BENEDICTO XVI Y LA ARGENTINA
Un vínculo institucional, en el que no faltaron los sobresaltos, mantuvo el gobierno argentino con Benedicto XVI durante los ocho años de su pontificado (2005/2013), que coincidieron en nuestro país con el kirchnerismo en el poder. En ese intercambio, la relación estuvo a punto de quebrarse, a raíz del grave conflicto suscitado cuando el presidente Néstor Kirchner decidió suprimir el obispado castrense y echar a su titular, Antonio Baseotto, tras una fuerte polémica sobre el aborto con el entonces ministro de Salud, Ginés González García. La controversia había estallado en febrero de 2005, cuando aún vivía Juan Pablo II, pero las consecuencias se desencadenaron durante el pontificado de Joseph Ratzinger, iniciado en abril de ese año.
El papa alemán defendió y sostuvo al obispo Baseotto, quien fue cesanteado en sus funciones castrenses por un decreto firmado por Kirchner, una remoción que para la Iglesia nunca tuvo validez. El conflicto puso al Vaticano y al gobierno argentino al borde de una histórica ruptura, dado que Benedicto XVI seguía reconociendo a Baseotto como obispo castrense, pese a que el gobierno argentino insistía en no permitir su acceso a los regimientos militares, en represalia por el entredicho que había sostenido con González García.
Con el tiempo, el propio Baseotto pidió a la Santa Sede su retiro, al llegar a los 75 años –la edad límite para las funciones episcopales- en mayo de 2007, pero Benedicto XVI nunca designó a su sucesor, una forma de mantener el “malestar diplomático” que había causado la decisión unilateral de Kirchner. El conflicto por el obispado castrense se extendió durante el gobierno de Cristina Kirchner y hasta varios años después de la asunción del papa Francisco, quien en marzo de 2017 designó nuevo obispo castrense a monseñor Santiago Olivera.
El caso Baseotto no fue el único traspié del gobierno argentino con el papa Benedicto XVI. En diciembre de 2007, la flamante presidenta Cristina Kirchner propuso como embajador ante la Santa Sede al exministro de Justicia Alberto Iribarne, cuyo pliego fue rechazado por el Vaticano, a raíz de su condición de divorciado. Tras un silencio de ocho meses por parte de las autoridades vaticanas, el propio Iribarne declinó su postulación.
El propio Kirchner había viajado al Vaticano en abril de 2005 para asistir a la toma de posesión del papa Ratzinger, junto a su esposa, Cristina Kirchner, en una delegación que incluyó al expresidente Raúl Alfonsín y al entonces jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Incluso, en ese viaje se intentó en la embajada argentina ante la Santa Sede concertar una reunión entre Kirchner y el arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Bergoglio, cuyas homilías en la Catedral –principalmente en los oficios del Tedeum-, inquietaban en ese momento al kirchnerismo. Pero ese encuentro no se pudo concretar porque el cardenal argentino esquivó la invitación.
Un foco de conflicto se produjo en agosto de 2009, cuando Benedicto XVI denunció el “escándalo de la pobreza en la Argentina” y llamó a hacer un esfuerzo solidario para superar la “inequidad social”, en una carta dirigida a los organizadores de la colecta Más por Menos.
En noviembre de 2009, Cristina Kirchner viajó a a Roma y fue recibida por Benedicto XVI, en una audiencia por los 30 años de la mediación de Juan Pablo II en el conflicto con Chile por el canal de Beagle. Fue un viaje que simultáneamente realizó la presidente de Chile de ese momento, Michelle Bachelet.
Relación con Bergoglio
“Cuentan con todo mi apoyo, mi oración diaria y mi cercanía espiritual”, había dicho meses antes Benedicto XVI al recibir a una delegación de obispos argentinos, encabezados por Bergoglio.
La relación entre ambos fue muy cercana y siempre se reparó en que poco antes de presentar su renuncia, en febrero de 2013, el papa Ratzinger renovó el nombramiento del cardenal argentino en la Pontificia Comisión para América Latina, un gesto en favor de su liderazgo en la iglesia latinoamericana. Benedicto XVI había concurrido personalmente en 2007 a la asamblea general de los obispos latinoamericanos en el santuario de Aparecida, Brasil, en cuyo documento final Bergoglio tuvo una decisiva participación.
Ambos mantenían conversaciones telefónicas cuando el cardenal argentino estaba en el arzobispado porteño. La relación se afianzó con el papa Francisco ya en Roma, desde sus iniciales encuentros en la residencia veraniega de Castelgandolfo hasta las visitas que el actual pontífice le realizada al papa emérito en el Monasterio Mater Ecclesiae.
En el pontificado de Juan Pablo II, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Ratzinger tuvo a su cargo la elaboración del Catecismo Universal, con un selecto grupo de siete redactores, entre los que se encontraba el arzobispo argentino Estanislao Esteban Karlic, con quien compartió meses de intenso trabajo.
Al margen de las cuestiones políticas, Benedicto XVI siempre trazó puentes con la Argentina, mediante mensajes de cercanía pastoral. Como Papa, nombró dos cardenales –Karlic y Leonardo Sandri- y 33 nuevos obispos (entre ellos a Oscar Ojea, actual titular del Episcopado), además de disponer el traslado de otros 25, en distintas diócesis.
FUENTE: LA NACIÓN