EL CIRQUE DU SOLEIL VUELVE A LA ARGENTINA
El Cirque du Soleil vuelve a Argentina luego de cinco años de ausencia para presentar desde el próximo 23 de junio en el predio Costanera Sur su nuevo espectáculo, titulado «Bazzar», en el que la aclamada compañía retorna a sus orígenes ochentosos y prescinde un poco de la tecnología y puestas grandilocuentes para centrarse en las performances de un número más limitado de artistas.
Con más de 35 artistas en escena de 23 países, el show tendrá acrobacias, bailarines, luces y música con una estética anclada en la década de 1980 para homenajear temáticamente a los inicios de la compañía, fundada en 1984 por Gilles Ste-Croix y Guy Laliberté.
De gira por Latinoamérica, el circo ya presentó «Bazzar» en Brasil y Chile y, previo a Buenos Aires, tiene shows en Bogotá (Colombia), donde estará hasta el próximo martes.
El estreno en Argentina está previsto para el 23 de junio en el porteño predio de Costanera Sur y sus funciones se extenderá durante dos semanas con funciones diarias de martes a domingo.
«‘Bazzar’ es diferente en el sentido de que el elenco es un poco más pequeño de lo que es normalmente: la inspiración para el espectáculo viene de las raíces de la empresa, que empezó en los años ochenta con un grupo de seis u ocho artistas actuando en la calle», contó en una entrevista con Télam el holandés Franck Hanselman, director del show.
Hanselman reseñó sobre esos orígenes de arte callejero que «alguien del ayuntamiento del pueblo los vio y les pidió montar un pequeño espectáculo para celebrar un evento y esa fue la primera vez que montaron algo más profesional, y desde allí que creció y creció».
«En ‘Bazzar’ hacemos como un homenaje a esos orígenes, en los que al principio no eran muy organizados sino algo improvisados y caóticos, así que ese caos organizado se nota sobre todo al principio del espectáculo, en el que parece que nadie sabe lo que está haciendo», describió.
Además de «la inspiración del vestuario, que viene de los años ochenta», el director de «Bazzar» enfatizó que «el show es un homenaje a los inicios y se vuelve a las raíces» y mencionó que «por eso tampoco hay mucha distracción en el sentido de que no hay cosas demasiado grandes o tecnología para que el enfoque sea en el acróbata, en el artista que está en el escenario haciendo lo que mejor hace».
«Hasta ahora, la reacción del público fue súper positiva porque es un espectáculo muy energético, divertido, dinámico y hasta íntimo porque siempre se trata de una persona, o tres máximo, en escena, entonces el público se siente muy cerca del show», explicó.
Télam: ¿Cuál es el aspecto de este espectáculo del que te sentís más orgulloso?
Franck Hanselman: Que no necesitamos tecnología; solo a las personas haciendo su arte. Y, de esa manera, logramos entretener al público por más de dos horas, que, hoy en día, con tanta tecnología y distracción en nuestras vidas, el hecho de lograr captar la atención sin mucho de eso lo veo muy bien.
T: ¿Qué tareas comprende su rol como director?
FH: Mi rol no es artístico sino operativo: asegurarme de que cada día se pueda hacer el show, encontrar los recintos, los visados para las 25 nacionalidades de los artistas que tenemos en la gira, el alojamiento, encontrar el personal y la logística general.
T: ¿Qué es lo mejor de este tipo de trabajo?
FH: Siempre te dan oportunidades de hacer otras cosas y hay mucha expectativa en ver cuál será el próximo paso. Hace ocho años llegué a la posición que tengo ahora, de director de la gira, y estoy muy contento por mi trayectoria. Me encanta la variedad de temas que tengo que resolver, que puede ir desde la logística de las carpas o la fontanería hasta tratar temas con los directores artísticos. Estar un poco en cada aspecto del espectáculo es lo que hace al trabajo interesante: la variedad, hablar con todo el mundo que está en la gira, que somos casi 90 personas. Y después del show, cuando escuchas el aplauso y ves las caras felices del público y sus sonrisas es un feedback que no tienes en muchos trabajos. Aunque no salgo al escenario, y mejor que sea así, sé que soy parte de la experiencia que tienen los espectadores porque yo también contribuyo a eso bonito que sienten. Entonces siempre me llevo un pequeño trozo del aplauso para mí. Lo mismo que el fontanero, el cocinero, el masajista y el contable porque el aplauso es para todos por contribuir a la experiencia del público. Es muy gratificante.
T: ¿Trabajar en ese rol y para la compañía más importante del mundo en su sector hace que profesionalmente no se pueda aspirar a llegar más alto?
FH: Dentro de la empresa no hay un mejor trabajo que el que estoy haciendo ahora. Lo próximo sería mudarme a la sede central de Montreal, donde sabemos que hacen un trabajo muy importante y contribuyen a la experiencia del público, pero desde más lejos. Y ellos no escuchan el aplauso cada día. Echaría de menos esa parte de realmente ver y escuchar el resultado de mi trabajo cada día, que es un poco adictivo, y también viajar por el mundo entero, conocer gente y sitios. Tengo el mejor trabajo del mundo, ¿por qué lo dejaría?
T: ¿Cómo afrontaste la pandemia y no poder trabajar con el circo?
FH: Fue un momento difícil. Monté un pequeño negocio en Holanda porque no quería quedarme dos años sentado mirando al techo, porque si estás acostumbrado a una vida con tanta movida y tanta gente alrededor, quedar solo en casa no me apetecía. Pero siempre con la esperanza y la certeza de que íbamos a volver a actuar con el circo y esperando el momento de poder volver, porque quedarme en el mismo lugar por más de seis semanas para mí no es natural; me sentí un poco atrapado y tenía muchas ganas de volver a viajar.