MURIÓ EL BETO PASCUTTI SÍMBOLO DEL FÚTBOL DE ASCENSO

Ascenso en estado puro. Pasión como emblema, esfuerzo como estandarte. Patear y patear una infinidad de canchas del fútbol argentino y conocer al detalle cada pieza del rincón más pequeño de la pelota doméstica. Su nombre se forjó en el potrero y se inmortalizó por un talento de los que no son moneda corriente. Sincero y frontal, humilde y con carácter. Con sólo pronunciar su apodo no hacía falta más, con soltar el apellido alcanzaba para completar la escena: Pascutti. Jugador exquisito primero, entrenador temperamental después y una huella profunda… Un dolor inmenso, una sensación de vacío espantosa, porque a los 64 años murió por una descompensación cardíaca, entonces, el fútbol se vistió de luto y se llenaron de lágrimas los tablones.

Una marca de identidad, Alberto “Beto Pascutti, era un sinónimo del fútbol del ascenso. Como entrenador impregnó toda su impronta, pero como futbolista desparramó talento entre canchas desparejas y matas de pasto. Fue considerado uno de los mejores jugadores en el mundo del ascenso de estas tierras, aunque su debut como futbolista fue en la primera división y en Chacarita, allá por 1977, con Alfio Basile como entrenador. Con el descenso del conjunto de San Martín comenzó su peregrinaje por la segunda categoría. Luego, pasó a Banfield, también por Sudamérica, de Uruguay, al que llegó de la mano de Roberto Perfumo y hasta jugó tres partidos en un Nacional con Kimberley, de Mar del Plata.

Nunca pasó inadvertido y lo supo, porque su personalidad era fuerte: “Me amaron. Me odiaron. Me insultaron. Me aplaudieron. Me tiraron piedras. Las pasé todas. El Ascenso es mi vida. No es parte de mi vida. Es mi vida”, dijo hace muchos años en el portal mundoascenso.com.

El Porvenir se convirtió en su casa. En tres años (1983, 1984, 1985) dejó una marca imborrable y les regaló sus mejores momentos con una pelota en los pies. Después fue tiempo de andar y andar: Quilmes, Deportivo Laferrere, Morón, All Boys y Tigre. Disfrutó de todo, de buenas y malas. Pero siempre con la pelota deslumbró a todos. Con Quilmes fue campeón de la B Metropolitana en la temporada 1986/87; con Morón en la 89/90; y con All Boys, en la 1992/93. Y los guiños del destino hasta le tenían guardada una última función particular: su último partido fue con la camiseta de Tigre, el 3 de octubre de 1993 y justamente ante Chacarita.

Una de los grandes interrogantes de siempre vinculados a su talento y a por qué nunca llevó toda su categoría a la primera división, el Beto Pascutti, fiel a su estilo, contestó sin temores: “Siempre preferí ser cabeza de ratón antes que cola de león. Me quedé en el ascenso por temor al fracaso”.

Un año después del retiro, Pascutti comenzó su carrera como entrenador en Almagro, en la B Metropolitana, en el Apertura 94. A la temporada siguiente Almagro consiguió el ascenso al Nacional B a través del torneo de Reclasificación. Después estuvo en Tigre, Tristán Suárez, Chicago, All Boys, El Porvernir, Aldosivi, Los Andes, Quilmes y Platense.

En 2007 tomó la determinación de dirigir afuera de la Argentina. Tomó sus valijas y se fue a Ecuador. En Quito también trabajo en el ascenso, en la Universidad Católica. Su carácter solía exponerlo y muchas veces le complicaba el camino: “Mi señora siempre me retaba. No paraba de decirme que tenìa que cambiar. ‘Vas a tener 70 años, va a pasar uno por al lado con el auto, te va a putear y te vas a bajar a pelear. Y seguramente… Es muy difícil cambiar el carácter”, contó en una de las tantas entrevistas que le hicieron en páginas del ascenso.

Pascutti nunca se detuvo dirigió a Sarmiento de Junín, Tiro Federal, Italiano, Talleres de Escalada, Juventud Antoniana y Almirante Brown, su último paso como entrenador, en 2017.

FUENTE

LA NACION

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