«Mujer, Memoria y Malvinas»
«Mujer, Memoria y Malvinas», una muestra que invita a trascender horror y pérdida a través del arte.
(Por Claudia Lorenzón) Con artistas consagrados que dejaron en sus obras el sello del horror de la dictadura cívico militar argentina de la década del 70 y jóvenes creadores que revisitan la guerra de Malvinas para trascender el conflicto a través del arte, la muestra «Mujer, Memoria y Malvinas» se exhibe en la sede del Fondo Nacional de las Artes (FNA), junto a trabajos donde el cuerpo femenino, la violencia doméstica y la producción artesanal sellan la mirada de los colectivos feministas del siglo XXI.
La casa que fuera de Victoria Ocampo, enclavada en el barrio de Palermo, se convierte en cobijo de esta exhibición para conmemorar el Mes de la Mujer; mantener viva la memoria sobre el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976 y revisitar lo sucedido en la Guerra de Malvinas iniciada en abril de 1982, con obras del patrimonio del FNA, artistas invitados y becarios de la institución, y la curaduría de Gabriela Jurevicius en la sección Mujer, Florence Baranger en la sección Malvinas, y el equipo del Fondo para el área Memoria de la muestra.
La muestra Malvinas, que evoca el conflicto bélico del que se cumplieron 40 años en 2022, reúne expresiones artísticas de diferentes materialidades: escultura, fotografía, pintura, grabado y hasta un dibujo en carbonilla, surgidos de una investigación realizada por Baranger, acerca de «cómo se había plasmado el conflicto de la guerra a través de las artes visuales desde 1982 a la actualidad», cuenta a Télam la curadora.
Obras que representan momentos cúlmines de la guerra, así como la fuerza descomunal de los combatientes imaginada por los artistas para enfrentar el conflicto bélico, el homenaje a los caídos y hasta la imagen de un excombatiente que transiciona de género integran la exhibición, en los trabajos de creadores que eran muy jóvenes en 1982, que podrían haber sido convocados para participar del conflicto bélico, reflexiona Baranger.
La obra en acrílico sobre madera, «Batalla de Malvinas», de Martín Reyna «es la primera pintura que hace alusión al conflicto bélico», donde aviones de guerra sobrevuelan sobre el mar, en el que navega entre el oleaje un barco. La imagen que el artista compone de ese barco «no tiene nada que ver con la flota que se utilizaba en ese momento ya que, como había poca circulación de imágenes, Reyna toma un barco de la Segunda Guerra Mundial para hablar de Malvinas, que era la guerra que estaba sucediendo», explica la curadora.
Momentos culminantes de la guerra se reflejan en la obra de Karina El Azem, «El hundimiento del Belgrano», un impactante entramado digital realizado con imágenes de la base de las balas de fusiles FAL que se utilizaron durante la guerra; y en la pintura expresionista de Duilio Pierri, «Exocet al Sheffield»; y de María Marta Pichel con su obra «ARA, Isla de los Estados» que evoca el barco de la marina mercante que también fue hundido por los ingleses.
Las esculturas «Los príncipes australes», dos cascos pesados y enormes de guerreros antiguos, de Jacques Bedel, se yerguen «como una metáfora de los guerreros descomunales que el artista imaginaba en los soldados que iban a recuperar las islas. Esta obra pertenece a una serie que Bedel realizó en 1982, con hierro y osamentas, recubiertos de carbono electrolítico», explica la curadora.
Sorprende en la muestra el trabajo en carbonilla sobre papel de Alexis Minkiewicz, «Tahiana con tortuga», que se destaca por su belleza y las precisiones en los trazos del dibujo del cuerpo posando, que puede confundirse con una fotografía. Se trata de la imagen de un veterano, que transicionó de género. «Estuvo tres meses en las islas, 74 días formando parte de un batallón; regresó al territorio, se casó, tuvo hijos y hace unos años transicionó y cuando Alexis se enteró de esta historia le interesó muchísimo y partió a Chañar Ladeado, Santa Fe, donde vive, para entrevistarla», cuenta Baranger.
El homenaje a los veteranos aparece en la emblemática obra «Cementerio de Darwin», del artista y fotógrafo Juan Travnik, quien hizo una investigación fotográfica sobre Malvinas entrevistando excombatientes a lo largo de todo el territorio y llegó a las islas. La conmovedora imagen del cementerio de Darwin es la que se observa en una de las paredes de la sala junto a la pintura de Diana Dowek quien se inspira en esa obra de Travnik para hacer «Homenaje a los héroes de Malvinas».
«Satelital #2 Malvinas» de Manuel Aja Espil, donde las islas resplandecen en tonos dorados, representa para la curadora «una joyita» dentro de la muestra. «Una obra de 2020, por lo que el tema Malvinas sigue apareciendo entre los artistas desde 1982, incluso entre quienes no habían nacido en la época en que ocurrió la guerra, y eso habla de la presencia de Malvinas en el imaginario argentino», sostiene Baranger. Prueba de ello también es la obra de Javier Barilaro, quien construye unas Malvinas coloridas.
La fotografía en blanco y negro, de Facundo de Zuviría, donde se destaca un enorme cartel que dice Las Malvinas son argentinas en una jornada de cielo profundamente gris, captada en un momento en que ya se había perdido la guerra, es otra de las obras que se exhibe, contemporánea a los momentos en que sucedió el conflicto.
Entre las distintas formas que pueden tomar las islas, María Silvia Corcuera produjo una serie de peinetones con la forma de las Malvinas que, como un fetiche de la nacionalidad, aparecen en plata -en alusión a la palabra latina argentum de la que deriva el nombre de nuestro país- en una representación insólita, bajo el título de «Asignatura pendiente», que llama a un desafío futuro.
La muestra cierra con la icónica serie de tres fotos de «El pago de la deuda a Margaret Thatcher», de Marta Minujín, donde en una performance, la artista está sentada frente a una falsa Margaret Thatcher sobre una alfombra de choclos. En una de las imágenes Minujín le ofrece maíz, el «oro latinoamericano», a la ex primera ministra británica como forma de pago de la deuda externa. La Thatcher abre la boca, grita, mientras se toma con las manos al borde de su silla. «Esta obra representa lo que es transformar la catástrofe en arte, como el arte nos salva para trascender hechos traumáticos y dolorosos», reflexiona Baranger.
La exhibición continúa con la sección Memoria, 24 de marzo, con las obras «Estado de terror» y «La memoria» de Luis Felipe Noé, quien desde los años 60 dio testimonio de la represión, así como de Carlos Alonso, cuya hija, de 21 años, fue desaparecida por la dictadura en 1977, y de quien se exponen «Autorretrato» y «Cómo me desgarro».
Imágenes de la consagrada Claudia Fontes forman parte de esta muestra con fotografías del Parque de la Memoria, entre ellas, la conmovedora imagen de la escultura «Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez», única obra emplazada en el Río de la Plata, en homenaje al adolescente que desapareció junto a su madre en 1977, cuando aún era un niño.
Junto a estas imágenes, se exhibe la estremecedora obra de la artista rosarina María Rosa Andreotti, «Uno de 30 mil», en un homenaje a su hermano desaparecido que la artista realizó con números empezando con el 1 hasta llegar a 30 mil, lo que dio por resultado 20 imágenes, donde la última queda a medio camino, al haber completado la cifra.
Para esta obra, Andreotti tomó la foto con la que su madre iba a las marchas de las Madres, en reclamo de justicia, y con papeles de calcar reconstruyó, con números en vez de líneas, la imagen del adolescente durante las noches, como una forma de despedirlo y acariciarlo en cada trazo.
La exhibición Mujeres expone una obra en bronce de la escultora Noemí Gerstein, símbolo de las conquistas y el empoderamiento de la mujer en el arte y la sociedad, y obras de artistas jóvenes con temáticas propias de los colectivos feministas del siglo XXI -la violencia en el ámbito de la pareja, el cuerpo femenino, la producción artesanal de las mujeres- que se mixtura con lenguajes artísticos tradicionales.
Así en el fondo de la sala la fotografía «La cautiva», de Mariana Pierantoni y Paula Perise, en la que dos mujeres, una con vestimenta gaucha y otra indígena, rescatan a la cautiva europea en el marco de una colectividad femenina, recupera la historia del arte argentino evocando «La vuelta del malón», de Ángel della Valle, explica la curadora Gabriela Jurevicius.
La violencia, muchas veces oculta, está presente en dos obras de Mariana Allemand, que finaliza en el piso del lugar, en un montículo de restos de cerámica hecha añicos sobre los que se depositan los cuerpos de una pareja, casi imperceptible para el espectador poco atento.
Una pintura de Cecilia Majo Arrigoni homenajea a Alejandra Pizarnik, mientras que la obra «Mujer furiosa», de Vanina Prajs rescata a través de su pintura la situación de muchas mujeres ante la violencia.
Cuerpos femeninos no hegemónicos cuelgan en láminas, desde perchas, en fotografías en blanco y negro, donde Karen Espada -que se define como coya, no binarie y gorde- realiza «una reivindicación del cuerpo femenino en una puesta de sensibilidad y belleza» en las fotos Nuestro abrazo y Sacar la voz, de la serie «Mi cuerpo». Así aparece «el cuerpo de una mujer que recibió 19 puñaladas de parte de su pareja en una fotografía fuera de foco» lo cual para la curadora es un «verdadero hallazgo artístico» en una imagen que tiene una veladura que no obstante permite acercarse al drama.
Candelaria Traverso, joven artista catamarqueña, que en este momento expone en Nueva York, exhibe la obra «#4 serie Patchwork», en arpillera sintética, que reproduce en forma colorida guardas indígenas para mostrar la sustitución de lo tradicional por lo moderno y representar cómo la industria de la moda se está llevando puesto lo artesanal, explica la curadora.
A esta obra, se contrapone el trabajo fotográfico de la artista y artesana Celeste Valero, en la que aparecen mujeres indígenas junto a los tejidos jujeños que producen desde la materia prima de las llamas que ellas misma crían en territorio norteño. Prendas que son fuente de trabajo genuino y se exporta al exterior.
«Valero es la orientadora de diez grupos de mujeres indígenas que trabajan en distintos lugares de Jujuy, y con apoyo del Fondo hizo un catálogo del trabajo de este grupo de mujeres, y se va a presentar en la maratón de actividades», señala la curadora y agrega que con esta obra se reivindica «un saber que se exporta».
La muestra, que se exhibe en Rufino de Elizalde 2831 hasta fines de abril -de jueves a domingos, de 14 a 19- forma parte de la Maratón de la Memoria, por lo que el fin de semana del 31 de marzo, 1 y 2 de abril, habrá mesas literarias, música, teatro y proyección de cortometrajes.